No me duelen prendas en reconocer la falta de originalidad que supone escribir el último texto del año echando la vista atrás, aunque tampoco es que se pueda decir que con la joven vida del Jardín esto sea una costumbre cómoda arraigada en el imaginario colectivo como las listas de las personas más influyentes del año de la revista Time. Al fin y al cabo, piense usted que es nuestra primera Nochevieja juntos. De hecho, es una celebración de la rareza que supone que el treinta y uno de diciembre sea domingo; el siguiente lo será en dos mil treinta y cinco. No quiero con esto comprometerme a publicar estos compendios tan solo cuando el treinta y uno caiga en domingo pues puedo ir igual de falto de ideas de aquí a un año, convirtiéndolo así en costumbre anual, o en dos, constituyendo una tradición bienal como la Biennale di Venezia. Digo yo que tenemos derecho a la holgazanería incluso los grandes colosos de las letras, que no deberá corresponderme a mí revolucionar este formato insulso, que no caerá otro peso más sobre mis ya cansadas espaldas. Denle una vuelta.
Cela escribió en Historia incompleta de unas páginas zarandeadas, introducción a la edición definitiva de La Colmena, que volvió sobre el texto original y pasó unos años “corrigiendo y puliendo y sobando”. Es el tercer verbo el que me llama la atención al remitirme inmediatamente al rol que en las industrias conserveras del norte de España, el de sobar, cuando trabajan el exquisito producto que es la anchoa, queda reservado a las mujeres por su delicadeza y sensibilidad, algo similar a las despalilladoras que en las fábricas de tabaco cubanas, en salas invisibles para el público, llevan a cabo la delicada y misteriosa tarea de extirpar el nervio central y el pecíolo a las hojas de tabaco húmedas apoyándolas sobre el muslo desnudo. Este efecto de sobar la anchoa, paseando la yema del dedo por su lomo para detectar las espinas, incluso esas más finas y filamentosas que conocemos como barbas, es el ejercicio que solemos hacer en los postreros días del año, sobando el lomo a los meses pasados en busca de las espinas que no supimos apreciar, evaluando si en las horas que quedan tendremos tiempo de llevar a cabo la tarea o si este lomo saldrá con sus barbas e intentaremos al menos lograr un resultado más pulido en el año que vendrá. Muchas espinas pueden habérseme escapado pero casi todas han pasado inadvertidas al tacto de mis yemas, seguramente debido a mi falta de sensibilidad. Qué se le va a hacer, resulta que esto del sexo no es un constructo.
Es narrativa la naturaleza del hombre, simiente de tantas disciplinas humanistas como la historia, estudio de los hechos pasados, o la filosofía, búsqueda del sentido y orientación del conocimiento. Siguiendo esta misma estela, pasan ahora los listados de hechos más destacados, mejores libros y películas, fallecimientos, nacimientos, desposorios, separaciones, reconciliaciones, inauguraciones, aperturas, clausuras, quebrantos, ilusiones, conflictos bélicos y desalientos de este dos mil veintitrés al que se le ha puesto aspecto macilento y se nos va muriendo, su latido apagándose en las horas que le quedan a este día que coincide es el último del presente año. Marías habló en su discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, que si mal no recuerdo en alguna ocasión ya cité aquí, de la imposibilidad de alcanzar una narración veraz de lo que entendemos como realidad debido a la incapacidad de hacer una descripción desapasionada, perfecta, equilibrada, eso que en la prensa llaman de manera prácticamente utópica una narración objetiva de los hechos. Unida a esta dificultad, llega nuestra voluntad de transformar las sucesiones azarosas en arco narrativo impregnando de causalidad el conjunto de los actos, y así pasamos estos últimos días diciéndonos aquello de hace nada era verano y todo parecía sencillo y la vida transcurría inerme entre la hamaca y la playa y la piscina y el chiringuito y la terraza del restorán y las noches cálidas paseando junto al mar y los amores que resultaron ser flor de acequia y llegó luego la rentrée y sin haberlo visto llegar, ni avisar, ni irse, ni alertar, ni despedirse, ni partir estamos a treinta y uno de diciembre y volveremos a la Puerta del Sol como el año que fue y otra vez el champagne y las uvas y esas galas espantosas de la televisión y las fiestas carísimas y la preocupación por el que salió de casa con poca batería en el móvil y ya es tarde y no ha vuelto y mañana algo antes de la comida millones de personas alrededor del mundo nos conectaremos con el Musikverein para escuchar una selección de valses y polkas que esta vez dirigirá Christian Thielemann y así se nos habrá muerto el veintitrés para el que soñamos tantas gestas que ahora se van, como Ofelia, mira cómo se la lleva el río, pero usted y yo seguimos aquí y claro, pues cómo narrar lo que nos ha pasado, me dice usted que resulta que aquel correo electrónico de marzo causó el enfado que motivó la dimisión de junio y es por eso que ahora nos enfrentamos a una nueva oportunidad y yo qué quiere que le diga pero quizá es mejor que nos relajemos y dejemos de querer cargar de razones lo que es puro azar, esa acumulación agobiante y claustrofóbica de casualidades sin causa, trillones de interconexiones simultáneas que dan origen a eso que llamamos existencia, si es que podemos llamarlo existencia porque ni la física cuántica ni la mística oriental parecen apuntar en esa dirección. Qué fatiga.
Como decía al inicio, es el primer fin de año que pasamos juntos, así que querría simplemente informarle de que yo estaré cenando donde siempre, con los de siempre, porque a mí las costumbres me salvan la vida, saber que todavía puedo volver a los lugares que me hacen feliz con gente a la que quiero y, al menos de momento, parece quererme a mí también. Tomaré mucho champagne, que es la bebida que nos debe acompañar en la victoria y en la derrota, como decía Churchill, y brindaré, sépalo, por usted que con paciencia y generosidad lectora ha aguantado los cuarenta y cinco chaparrones que le han caído en lo que llevamos de año. Sé que no siempre hemos estado de acuerdo, pero en esta sociedad que tiende al orillamiento del contrario y al frentismo, agradezco el buen humor con el que ha encarado esta conversación que hemos mantenido desde que empezara a deambular por el Jardín en la que usted ha jugado un rol más bien pasivo dejándose chinchar, incomodar, importunar o dar fastidio. Deseo Dios nos dé y el tiempo nos consienta encontrarnos muchos domingos más a las once y once.
A los que se fueron:
Si les ofendí, acepten mis disculpas. En esta casa estamos siempre dispuestos a que se nos sitúe frente a los errores y, de ser necesario, a enmendarlos.
Si les aburrí, que es lo peor que se puede hacer a alguien en esta vida, espero hayan encontrado quien les divierta ya que yo no supe hacerlo.
Para el año que comienza en unas horas, como decía recientemente a mi más caro amigo, espero siempre que se me plantee el dilema, ante la disyuntiva, cuando pueda elegir, optar por ser algo más amable y menos gilipollas, por mucho que pueda divertirme la provocación malsana. Mañana, con el espíritu vienés todavía borboteante, como cada primero de enero comeré huevos fritos con patatas iniciando el año con la humildad necesaria para reconocer lo que es bello en lo simple. Sea feliz.
Treinta y uno de diciembre de dos mil veintitrés A.D.
Laus Deo
Feliz año, seguro que en el 2024 nos sigues deleitando.
¡Muchas felicidades y muchas gracias!