Siempre que hablo de mi amigo MF, hombre recto, digo que con él se podría ir a la guerra. Lo digo en serio. Me parece el tipo más leal y fiable de todos, hecho de la misma pasta de esos hombres que en las batallas saltan sobre una granada para salvar a sus compañeros. También era así mi jefa SC, una mujer que cuando todos los de su rango habían desaparecido días antes de que se anunciara el confinamiento, se quedó hasta el final con sus equipos, combatiendo las confusas comunicaciones, asegurándose de que todo el mundo estuviera bien. Sé que fue la última en marcharse el día en que nos mandaron a casa por un tiempo indefinido porque yo estuve allí, ayudándole a cargar el equipo de oficina en el coche. Quizá es que uno se ha criado con valores ancestrales, pero me sigue emocionando la lealtad en todas sus formas, los que siempre están ahí, los que siempre echan mano a la ropera cuando alguien a quien aman está en apuros. ¿No son acaso los mejores personajes? Sentimos admiración por la lealtad porque es una expresión de estima, saber que vamos a ponernos a nosotros mismos un escalón por debajo de los demás, porque alcanzamos así la expresión última del amor, la del sacrificio en pos del otro, que es a su vez el principio fundacional de la civilización cristiana, un conjunto de personas que creen que Dios se hizo carne para sufrir como nosotros y murió en la cruz para perdonar nuestras culpas. Es ese nuestro mito primero, la piedra de toque con la que nos medimos. Por eso me decepciona profundamente nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
José Luis Ábalos es uno de esos personajes intraducibles, como el Torrente con el que tantas veces se le ha comparado, una figura inimaginable más allá de las fronteras de nuestro viejo reino. A mí la corrupción en España ya no me parece ni siquiera noticia, especialmente del partido que actualmente ocupa el gobierno (teniendo en cuenta que han practicado el terrorismo de estado y que en 1936 la escolta de su líder secuestró y asesinó al líder de la oposición, que roben no parece tan grave). Sí me sorprende un poco el aire chusco del todo. Putas, cocaína, pisos en Benidorm. Me gustaría tener ladrones algo más finos, con sastre en Florencia, brindando con añadas legendarias de la Romanée Conti, haciéndose los zapatos a medida, fumando un Vigía de Trinidad mientras meten los billetes en enormes bolsas de Bottega Veneta. Les pido que, además de robarme, me den envidia y no lástima. No voy a esplayarme con el resto de los investigados porque José Luis es un personaje tan entrañable que no merece que un portero de puticlub y la segunda mano derecha de Sánchez (tras la amputación de la anterior, Ábalos) vengan a empañarle. Al actual diputado del grupo mixto le podremos reprochar muchas cosas, pero cuando al que ahora habita en la Moncloa le mandaron al exilio los suyos propios, repudiado y derrotado, él siempre estuvo allí. Fue el sparring y el caddy, el escudero y el paño de lágrimas, el amigo que te invita a la siguiente, el que te dice que tú puedes con eso y más, el que te manda un mensaje antes de que suene el despertador para que te levantes leyendo “no te rindas”. Sin embargo, no tardó ni un ápice el amigo Pedro en arrojarle a los leones. Dirá usted que esto se debe a la implacabilidad del presidente con la corrupción, a su recto criterio, a su áurea moral, pero ¿es eso cierto? Es decir, admiro también a los justos y puros, pero de serlo no entiendo que se perpetúe en su cargo alguien a quien se la han colado dos subalternos consecutivos, que tiene investigados a su consorte y a su hermano, que eligió a un fiscal general (“¿De quién depende la fiscalía?”) pionero en sentarse en el banquillo y un suma y sigue de fechorías que serían incompatibles con cualquier sentido del decoro, porque uno peca por pensamiento, palabra, obra y omisión, y me parece que aquí algo de culpa tendrá un líder cesáreo y monolítico como el exjugador de baloncesto. Si su poder es omnímodo, su responsabilidad es total. Por eso no me creo lo de la pureza ética, porque salir mal maquillado a decir que no has comido no es un acto de contrición suficiente ante los crímenes que se intuyen detrás del gobierno de progreso.
Por eso desprecio a nuestro presidente, porque no se trata de puritanismo, sino de instinto de supervivencia. Diría que no comparto nada en el plano ideológico con él, pero no se le conoce ideología a alguien que ha vendido a los saharauis, pactado con los que mataban a sus compañeros de partido, humillado España en una casa en Waterloo. Mi desencanto con él va más allá de lo ideológico. Es un desagrado moral, pues no puedo sentir ninguna simpatía por quien dispone de los suyos como si fueran meros peones, carne de cañón. En una escena muy conocida de las películas de El señor de los anillos Gimli le dice a Legolas aquello de “¿imaginaste alguna vez morir junto a un enano?”, a lo que el elfo le responde “¿imaginaste tú morir junto a un amigo?". Sánchez anda sin embargo más cerca del rey de Inglaterra cuando en Braveheart, al ver que estaba perdiendo la batalla, ordena enviar a los arqueros a combatir a la infantería escocesa. Cuando uno de sus subalternos dice al rey que están muriendo muchos hombres, este le responde: “¿y para qué están”. Conocemos al presidente por cómo trata a su entorno. Decía Máximo Huerta que cuando fue a decirle que dimitía a los pocos días de jurar el cargo (imaginemos por un momento el proceso que ha debido pasar alguien que toma una decisión así, independientemente de lo que nos merezca mayor o menor simpatía), Sánchez le habló de él y de cómo quería ser recordado por la historia. Mire, la historia no recuerda, porque la historia no existe, ni piensa, ni siente, ni padece, como cualquier disciplina humana. Sí le recordarán en cambio las personas que le rodean, que se han preocupado por él, los que se batieron el cobre cuando nadie daba un duro, los que amañaron las primarias en las que salió elegido, sus amigos más leales a los que tritura con el único objetivo de permanecer en el puesto un día más. Ahora que las ramas del bosque de Birnam empiezan a avanzar, quizá le quede al presidente una última oportunidad para ser recordado por algo más que no sea su ambición desmedida y falta de escrúpulos.
Su relato del Sanchismo es preciso y demoledor y lo grave es que mires donde mires todo huele a podrido : Cerdan, Barcenas, Pujol, Abascal, Alvise, Errejon, Gurtel, Eres, Policia Patriotica, Gal, etc. etc.
Señor libranos de tanto indeseable y ayudanos a escoger mejor (si eso es posible en este nido de golfos y maleantes)
¿Cómo no estar de acuerdo?
Primero, no creo que le quede nadie vivo en sus postreros momentos, pero es que tampoco se los deseo.
En efecto, esto va de talla moral. No la hay y no la habrá. Lo de la clase es como el cariño verdadero, que ni se compra ni se vende.
Esperando ya el siguiente “Jardín de Idiotas”.