Excelentísimo señor Sánchez,
En primer lugar, quisiera agradecerle que haya dedicado una parte de su tiempo, imagino que su agenda no debe de ser sencilla, a escribirme esta misiva. A pesar de todas las críticas que he vertido contra usted deseo, antes que nada, reconocer públicamente la dificultad que entiendo entraña la más alta responsabilidad del hombre que lidera el destino de España. No es ésta liviana tarea y son tantos los que han naufragado en el intento, arrastrando consigo el destino de un pueblo que fuera luz del mundo y hace tiempo vive en la sombra. Por eso, enfatizo mi empatía y comprensión ante un hombre como usted que, en un momento difícil, requiere unos días de reflexión para tomar una decisión trascendente, más en estos tiempos en que se valora más la rapidez en la respuestas que la calidad de ésta, la cuál va tantas veces estrechamente ligada al tiempo que le hemos dedicado. Me conmueve especialmente que se declare tan enamorado de su mujer un hombre que, hasta la fecha, tan solo parecía enamorado de sí mismo.
Dicho esto, permítame que manifieste mi sorpresa ante algunas de las razones expuestas en su texto. Me duele, como militante y votante del Partido Popular, que nos asocie usted con la extrema derecha. Mi partido, fundado en 1992, no es sólo uno de los ejemplos más brillantes de refundación del centro derecha europeo, sino la formación política en la que acabaron militando varios padres de la Constitución, entre ellos Gabriel Cisneros Laborda y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón. En su etapa previa, Alianza Popular estuvo fundado por otro de los redactores de la carta magna, Don Manuel Fraga Iribarne, ahora denostado por, entre otros, su exlacayo y examigo José Luis Abalos, el socio de un portero de prostíbulo que vendía mascarillas defectuosas. Sus insultos se convierten en elogios, sobre todo cuando los vierte contra el partido que tantas vidas se dejó en defensa de la democracia. Su vergüenza vive y brota a la sombra de nuestra dignidad.
Insiste en que no se ataque a las familias en esta guerra sucia en la que han transformado la política antes que nadie ustedes, pues recuerde que tuvo de vicepresidente a un señor que afirmaba que manifestarse ante el hospital en que se debatía entre la vida y la muerte Cristina Cifuentes o hacer un escrache a Begoña Villacís, embarazada de nueve meses, es jarabe democrático. Quiero que sepa que estoy totalmente de acuerdo con lo que usted pide, y por eso mismo le solicito que cese la campaña de acoso y derribo profundamente injusta, salvaje y machista que capitanea contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que parece obsesionarle de forma malsana.
Finalmente, afirma usted querer a España. No sabría leer cuáles son los íntimos sentimientos que alberga respecto a esta vieja nación que tanto hizo por Europa y la cristiandad y, por ende, por la civilización occidental, pero sus actos no parecen apuntar en esa misma línea. En el Salmo 23 agradecemos a Dios habernos puesto una mesa frente a nuestros enemigos; usted ha puesto una mesa junto a ellos, mezclando a víctimas con verdugos, borrando los límites que la decencia y la dignidad marcaban para afirmar que el partido de Ortega Lara es una estrella más de lo que usted llama constelación (posteriormente, con prosa menguante en calidad pero ascendente en exageración, galaxia) ultraderechista pero decir que los que le metieron en un zulo son un socio fiable, igual que los golpistas que atemorizaron a los catalanes demócratas, encerrados en nuestras casas a los que únicamente vino a consolar Su Majestad el Rey, faro moral de España, y el 155 que se aprobó con el voto de su partido, por entonces leal a la Constitución y al Reino.
Yo le invito a que medite y, ante todo, a que dimita. No tanto porque la justicia haya emprendido medidas contra su mujer por las supuestas tramas de corrupción, no porque se sienta usted acosado por presuntas conspiraciones que, al glosarlas, hacen pensar en el anterior tirano, sino porque una nación no puede ser gobernada en coalición con sus enemigos; porque el asalto a instituciones como el CIS, la agencia EFE o el Tribunal Constitucional son incompatibles con la democracia; porque no se puede cambiar de forma unilateral y caprichosa la política respecto al Sáhara Occidental; porque no se puede destituir a un teniente coronel de la Guardia Civil por no haber querido filtrarles información de una investigación judicial; porque no es razonable que su hombre de confianza se reuniera con un alto cargo de la dictadura venezolana, delincuente perseguida por la DEA, en el aeropuerto de Barajas; porque su ministro del interior desprotegió a la Guardia Civil frente al narcotráfico; porque no es adecuado cambiar el código penal a medida de un puñado de delincuentes a cambio de sus votos y, por no extenderme más aunque razones no me faltan, porque su mandato es incompatible con los sentidos que del decoro, la ética y la moral exige tan alta dignidad.
Deseándole todo lo mejor y reafirmando mi compromiso con España, siempre suyo,
Ignacio Manzanares Giribet
24 de abril de 2024
Restaurante Épicure, París
Bravo. Suscribo de la cruz a la raya.
Mucho me temo que necesita el fin de semana para reunirse con veinte docenas de abogados. Su agenda nunca le importó.