Recientemente me vi obligado a asistir a un taller liderado por un coach. Es un término extraño. En su primera acepción inglesa, hace referencia a ese tipo de autocares más espaciosos y confortables que los que nos ponen en las bodas para llevarnos de la iglesia al convite y viceversa, vehículos pensados para trayectos de mayor distancia. En la segunda, define al entrenador deportivo o, en su defecto, a un tutor privado que proporciona un aprendizaje adicional. Etimológicamente, el segundo deriva del primero y cada vez que me enfrento a uno de los segundos siento un deseo irrefrenable de que me pase por encima uno de los primeros a toda velocidad, no sé si me explico. El tema a tratar era cómo “darse
jun 30·editado jun 30Gustado por Ignacio M. Giribet
Lo bueno de tener ya una edad es que me puedo permitir decir abiertamente que toda esta dictadura del sentimentalismo me da una pereza horrorosa. Pertenezco a una generación que procuraba venir llorado de casa y no nos traumatizamos por ello. Ortega sí que lo ha entendido 😂😂
Sublime, veo que la dictadura de los sentimientos lo inunda todo. Ya no es importante el contenido de lo que dices sino lo que sientes al decirlo. En educación llevamos años ya con esta lacra, los contenidos dejaron paso a las sensaciones. El descojono. Un saludo amigo.
Lo bueno de tener ya una edad es que me puedo permitir decir abiertamente que toda esta dictadura del sentimentalismo me da una pereza horrorosa. Pertenezco a una generación que procuraba venir llorado de casa y no nos traumatizamos por ello. Ortega sí que lo ha entendido 😂😂
Sublime, veo que la dictadura de los sentimientos lo inunda todo. Ya no es importante el contenido de lo que dices sino lo que sientes al decirlo. En educación llevamos años ya con esta lacra, los contenidos dejaron paso a las sensaciones. El descojono. Un saludo amigo.
Doy palmas con las orejas