En Barcelona se ha librado una batalla cultural de calado en esta última semana, una guerra silenciosa entre facciones antagonistas: por un lado los wagnerianos peregrinamos a un Liceo que, tal y como indicaba con acierto Scheppelmann, somos incapaces de llenar y, por el otro, los adocenados desfilaban hacia el estadio olímpico a ver a Coldplay con la esperanza de, entre los escalones de subida y los de bajada, poder quemar un poco del azúcar con que los británicos tenían pensado espolvorearles durante unas horas de lucecitas de colores, pulseras luminosas, muñecos y confeti biodegradable.
Excelente artículo. Nos ha tocado vivir una época en la que impera la mediocridad por encima del rigor, del esfuerzo, del estilo, de la reflexión profunda, del gusto por el debate entiquecedor. ¡Paciencia!
Como dice Woody Allen, cuando escucho a Wagner me dan ganas de invadir Polonia.
Reflexiones interesantes en el articulo!
Excelente artículo. Nos ha tocado vivir una época en la que impera la mediocridad por encima del rigor, del esfuerzo, del estilo, de la reflexión profunda, del gusto por el debate entiquecedor. ¡Paciencia!
Top !!